Manuel Burga: “No creo que tenga éxito el candidato de una alianza de dos partidos nacidos en Lima”. | Hnews | Política

Cuenta Manuel Burga que estuvo indeciso en el título que le pondría a su nuevo libro, un volumen basado en un ensayo que escribió en 1992, cuando se consolidaba el fujimorato y él estaba lejos del país, en Sevilla. Para darle más actualidad pensó en ponerle El Perú de nuevo en su laberinto, pero decidió quedarse con el título original: Para qué aprender historia en el Perú. Fue una decisión lógica. Sus estudios siempre han partido de una interrogante. Así lo hizo cuando quiso saber qué leían los jesuitas expulsados del Perú en 1767, si a sus manos habían llegado los tomos que inspiraron la Revolución Francesa. Y lo volvió a hacer en el Bicentenario cuando se preguntó si los extranjeros nos concedieron la independencia o la conquistaron los rebeldes peruanos. Su trabajo es resolver esos enigmas. Es un hombre que busca y se interpela.
Rescatemos el título de su libro, ¿para qué sirve aprender historia en el Perú?
Bueno, he dado cuatro respuestas a esa pregunta en el libro. Porque el título en realidad es una afirmación: Para qué aprender historia en el Perú. He respondido en primer lugar para apreciarnos mejor. Tenemos una conciencia histórica de que los procesos ocurridos en Europa, desde el inicio de la modernidad, siempre han sido ascendentes, acumulativos y progresivos. Y al parecer aquí es una situación al revés, es una narración de dificultades, de conquista, de colonia, de independencia importada. Yo creo que, a pesar de lo que ocurrió con la conquista, gran parte de las culturas andinas se han mantenido. Y gran parte de los productos de las culturas andinas y del Perú andino se han mantenido y se han conservado. Y creo que, si hacemos una historia nueva, una historia buscando una epistemología nueva, como lo que hace Patrick Boucheron en Francia, pensando qué dio el Perú al mundo y qué recibió el Perú del mundo, eso podría aliviarnos un poco y apreciarnos mejor.
Para completar esta idea de que Europa tiene una historia que mira el desarrollo y que nosotros miramos todo lo que nos ha afectado a través del tiempo, usted se pregunta, ¿por qué hacemos de nuestra historia una suma de relatos sobre lo trágico, lo dramático, el bien perdido y las ocasiones desperdiciadas? ¿Tiene una respuesta?
Porque no estamos contentos con la realidad presente. Yo creo que cuando Garcilaso escribió ese elogio a los incas y los idealizó, lo hizo desde el presupuesto de la memoria de un bien perdido. Y tenemos en el Perú esta suerte de pensar en cosas que hemos perdido, que hemos desaprovechado, que no hemos aprovechado bien. Pero, en realidad, sí hay cosas valiosas que han ido construyendo una historia peruana. Y esa historia que se ha construido a partir de ese legado es lo que tenemos que descubrir. Y lo que propongo, entre líneas, es descubrirlo.
Un nuevo relato.
Un relato de las cosas que se conquistaron. De las cosas que se lograron y que se edificaron. El Perú actual no es una invención coyuntural del presente. Es una invención sobre un legado del pasado. Y ahora el Perú tiene una realidad muy compleja, donde las regiones comienzan a aparecer, como siempre han aparecido, como las que ponen el dinamismo en los cambios históricos.
De hecho, el Bicentenario nos sirvió para descubrir los procesos independentistas que venían de las regiones.
Sí, eso lo digo en la tercera parte del libro, que realmente las regiones no vinieron a destruir Lima, a incendiar Lima, vinieron a nacionalizar a Lima, a traerle sus problemas. Y a sacar a Lima de esa suerte de anomia o de laberinto en la gran ciudad. Y reconocer los problemas que venían desde las regiones. Bueno, yo tengo una impresión positiva del Bicentenario. El Bicentenario ha sido celebrado por las regiones y no ha sido celebrado por Lima. Como la independencia fue lograda por las regiones, en Junín y Ayacucho. Y Lima no se dio mucho por enterada.
Podríamos hacer un paralelo. Siento que hoy mismo las regiones ven lo que pasa en la actualidad de una manera muy distinta a la que la ve Lima. La desconexión todavía está vigente.
Bueno, los grandes acontecimientos de la historia peruana desde el siglo XVIII se jugaron mucho en las alturas andinas. El imperio Inca, Túpac Amaru, las dos batallas principales de la independencia y las guerras por la Confederación Perú-Boliviana se dieron en las alturas. Es decir, ¿cuándo la historia se va a jugar en Lima? Espero que comience a jugarse en Lima, cuando Lima se convierta en una capital como era el Cusco, unida al resto del país a través de un Qhapaq Ñan, no de ferrocarriles pequeñitos que van y vienen donde no hay rieles bien instalados.
Hay un dato interesante en el libro. Se afirma que en la época colonial había exceso de tierras, autosuficiencia de la familia campesina y sobre todo una cosa sorprendente: ausencia de hambre.
Ciertamente. Esa es una propuesta que la trabajó Ruggiero Romano. La población bajó desde seis millones a un millón quinientos. Entonces, los campos se comenzaron a convertir en campos abandonados. Y las familias campesinas se recluyeron en las economías de autosuficiencia. No podríamos decir que había abundancia, pero no había hambre. Los rebaños de camélidos, que fueron los que más sufrieron la conquista, comenzaron a ser reemplazados por los rebaños de ovinos.
Entonces, ¿cuándo aparece de nuevo la pobreza? ¿Con la República?
En el siglo XX, cuando la población peruana alcanza los niveles prehispánicos y llega a los 6 millones de nuevo. Y lo hace sin tener una estructura productiva, sin tener un plan productivo, como existía antes. Y entonces viene el hambre y vienen las migraciones masivas para dejar el campo.
Alguna vez me dijo que en el Perú más que una memoria, hay muchas memorias. ¿Pasa lo mismo con el concepto de nación? ¿Hay más de una nación en el Perú?
Sí. Esa es una buena pregunta porque realmente hay muchas memorias y muchas naciones pequeñas. Pero hay una nación grande que involucra a todos, que es la nación peruana. Yo creo que el concepto de patria, que es un concepto material, territorial, poco a poco se ha ido convirtiendo en el concepto de nación. Y la nación son las personas que viven en un país. Y cuando viven dentro de una nación, viven fraternalmente. Pero la fraternidad depende de todos los integrantes de un grupo. Fraternidad con los otros, que es lo que falta en el Perú. Yo digo, en el Perú hay una diversidad de naciones. Hay naciones amazónicas, naciones andinas, Puno, Cusco, incluso Arequipa, el norte. Son regiones que tienen una identidad propia, pero esas identidades propias están enraizadas en memorias propias. Y esas memorias propias no impiden para nada que formen parte de un conjunto mayor que es la nación.
Entiendo que la idea de que hay varias naciones se refuerza con la historia. Hemos tenido organizaciones distintas, El Tahuantinsuyo, la colonia, ahora mismo la República. ¿Eso puede abonar a la idea de que hay varias memorias para varias naciones?
Sí, hay varias memorias. La memoria normalmente se mantiene a través de las generaciones, a través de las personas, al margen de los textos escritos. Hay muchos pueblos que tienen su propia historia. Los asháninka tienen su propia historia. Han sufrido el caucho, han sufrido los colonos, han sufrido las enfermedades, pero se sienten peruanos…
Han sufrido a Sendero.
Se convirtieron en un campo de experimentación de las atrocidades de Sendero. Pero ellos se sienten parte del Perú y reclaman derechos al gobierno peruano. Y eso es parte de la nación. Los reclamos construyen las realidades nacionales. Y entonces hay que ser inteligente y responder con inteligencia los reclamos de las regiones.
Hay una reflexión en el libro sobre la última novela de Mario Vargas Llosa: Le dedico a mi silencio. Hay esta esta idea de que la música criolla podía integrar a la nación, podía servir como un elemento consolidador. El problema es que, a estas alturas, la música criolla es muy poco escuchada. Solo la escuchamos masivamente cuando juega la selección.
O cuando es la doce del día, de doce a una y media (sonríe).
Sí, tiene un horario muy cortito.
Pero realmente esa afirmación de Mario Vargas Llosa es real. Digamos, hay una suerte de delimitación del vals a ciertas áreas urbanas como Lima. Pero lo que Mario Vargas Llosa dice es que desgraciadamente el vals, que pudo unirnos, no nos ha unido y más bien ha desaparecido. Yo le diría no, han aparecido muchas músicas y esas músicas están en las regiones, están en la selva, están en el norte, están en el sur, están en todas partes y en todas partes son entendidas como músicas de identidad propia.
¿Hay algún género musical que nos una como nación?
Bueno, yo diría que la música andina, el huayno. Yo creo que cuando se comenzó a escuchar a partir de 1912 El Cóndor pasa, comenzó a ser reivindicado como música prehispánica.
¿Usted qué escucha frecuentemente?
Yo escucho el vals al mediodía y todas las otras músicas en las otras horas, porque es la diversidad del Perú.
En este tiempo ha surgido un personaje, el hispanista, que reivindica lo que fue la colonia. ¿Por qué? ¿A qué se debe eso?
Bueno, eso está vinculado con las derechas políticas en el Perú. El hispanismo siempre ha existido. Ha habido un retraso en el Perú para reconocer la peruanidad como propia y diferente de los contextos vecinos. Yo lo digo en el libro. Los peruanos reunidos alrededor de El Mercurio Peruano, la Sociedad Amantes del País, también se reconocían como criollos, se asimilaban a los españoles. Y yo digo, pueden seguir existiendo, ¿por qué no? Pero como lo que siempre han sido, una minoría, y creo que las mayorías son las que construyen las naciones, no las construyen las minorías. Y si en las minorías hay estas emociones hispanistas, hispanizantes, no me parece mal. Son aquellas que mantienen la memoria de que también formaban parte de un legado cultural español. Pero no se les puede convertir en discursos nacionales. Creo que son discursos relativos a grupos sociales localizados.
Una minoría.
Bueno, sí, como el grupo del alcalde de Lima, que tiene una minoría hispanista. ¿Por qué no? Pero cuando se vuelven hispanizantes, pueden chocar con el resto de sensibilidades.
En pocas horas se tendrán que consolidar algunas alianzas para postular a la presidencia de la República. ¿Usted diría que el Perú es un país de alianzas políticas duraderas?
No. Yo diría que el Perú es un país de alianzas sociales duraderas. Uno de los grandes partidos políticos que nació en 1924, el APRA, está casi en extinción, al servicio de minorías políticas. Otros partidos están en la misma situación, yo diría Acción Popular. Pero hay alianzas sociales que están detrás de los partidos. Y cuando digo alianzas sociales, digo, por ejemplo, las regiones. Yo creo que las regiones han puesto el mayor número de presidentes en lo que va del siglo XXI. Creo que pusieron a Toledo, creo que pusieron a Ollanta y creo que después…
A Castillo
Después a Castillo, pero antes votaron por Kuczynski, porque estaba Martín Vizcarra. Entonces, en las regiones se dan estas alianzas sociales. No creo que hayan votado por Perú Libre, votaron por Castillo porque era un profesor de primaria, un dirigente sindical y porque de alguna manera tenía raíces campesinas. Ahí no había partido detrás, yo creo que había alianzas sociales. Y yo creo que los políticos no toman en cuenta esta diversidad del Perú, donde las regiones piden representación en el gobierno y votan para tenerla.
O sea, de poco le serviría a un candidato ser parte de una alianza entre dos partidos que nacieron en Lima.
No creo que tenga mucho éxito un candidato así. Y más bien creo que podría ser exitoso algún discurso que venga de las regiones, pero que no sea regionalista, sino que venga de las regiones, aglutine a las regiones y presente a las regiones como el Perú organizado.
¿Sabe cuándo empezó a medirse la popularidad de los presidentes? ¿En los 80?
Bueno, yo diría que sí. Un hecho notable de popularidad de un presidente fue 1980, con las elecciones y la votación por Fernando Belaunde Terry, que era un voto de reparación y le ganó por un porcentaje bien importante a Armando Villanueva del Campo.
Claro, allí estamos hablando de un respaldo fuerte, porque lo que vemos ahora es una presidenta con un 2,5% de aprobación que no se ha visto antes.
Nunca, que yo recuerde. Nunca, porque hasta 1980 el gran elector era el ejército, que hacía que terminen los gobiernos. Era un ejército muy organizado para mantener la razonabilidad de los gobernantes. Pero después de la experiencia de Velasco, el ejército pasó a sus cuarteles. Siempre ha habido presidentes que han conservado la popularidad.
Hablemos un poco de la cotidianidad del país. Tenemos un promedio de seis asesinatos por día. ¿Alguna cosa así se había visto en el pasado?
No. Después de la guerra con Chile, muchas de las poblaciones quedaron armadas, guardaron las armas. Pero nunca hubo tantos asesinatos como ahora. Y yo entiendo, Emilio, esta suerte de inseguridad y criminalidad, como un hecho también internacional. Creo que los sicarios, la multiplicación de los sicarios, el mercado de sicarios es algo que viene de fuera. No es una tradición peruana. Más bien, es otro tipo de criminalidad a la que siempre hemos visto en el Perú. Una criminalidad tan alta en el Perú, que yo recuerde, no la hemos tenido. Y que afecte tanto a las regiones como a Lima. Y que haya una población como Trujillo que está altamente afectada por la criminalidad.
Allí, lamentablemente las regiones sí están conectadas con Lima.
Sí, claro. Lima es la de mayor incidencia de criminalidad.
Ahora, usted dice en el libro que siempre ha pensado que el Perú es un país pobre, inconcluso y desaprovechado. ¿Por qué?
Ahí tendría que decirte algo que decía también la historiografía tradicional: por la ausencia de una clase dirigente, por la ausencia de una clase política que tenga como meta el desarrollo del país. No hemos tenido esa clase dirigente y más bien hemos caído en la persistencia y en la multiplicación de políticos prebendistas, que llegan para enriquecerse. Eso es una novedad del siglo XXI. Llegan a los cargos públicos para aprovecharlos. En el siglo XX, uno de los gobiernos más largos fue el de Leguía, once años. Y no dejó grandes riquezas para sus hijas y para su familia. Y el otro gobierno largo, el Ochenio de Odría, tampoco dejó muchas riquezas. Y el gobierno de Velasco Alvarado, que duró siete años, tampoco, que se sepa, fue un gobierno corrupto. Entonces, ¿por qué la corrupción ha tenido tanto impacto en el siglo XXI? Porque el Estado se volvió un Estado prebendista, un Estado para aprovecharse y para enriquecerse, desgraciadamente. Entonces, a los que llegan al gobierno para pensar su situación personal, es muy difícil pedirles que piensen la situación nacional. Tengo la impresión, desde la historia, que el Perú en este momento no tiene un plan nacional de desarrollo.
¿No lo ve en ninguno de los candidatos que asoman para el próximo año?
No. Un plan nacional de desarrollo es una cosa muy complicada, muy grande, que implica salud, educación, seguridad, migraciones internas, carreteras. El Perú como descentralización. Entonces, no se ve con claridad eso. Más bien, se ve la ausencia del plan nacional y la sobrepoblación que existe en Lima.
En 1992, cuando escribió la primera versión de este libro, decía que la característica del paisaje peruano eran casas a medio construir y centros urbanos inconclusos. ¿Hemos cambiado un poco eso?
Bueno, creo que hemos cambiado. Son las partes positivas que ahora existen. Yo creo que desde 1962 o 63, cuando se inauguró la residencial San Felipe, comenzaron las construcciones urbanas de viviendas, que no han parado hasta ahora y que han comprometido a mucha población con el financiamiento de sus viviendas. Y es una dinámica que es imparable. San Isidro, Miraflores, tienen edificios de interés social. Y no me parece mal, a pesar de que los vecinos de San Isidro y Miraflores estén en desacuerdo. Mira, París tiene 20 distritos. Y los 20 distritos tienen viviendas de interés social, con una finalidad estratégica: no crear sitios aislados, no crear apartheid, y más bien mezclar a los grupos sociales.
¿Ha vuelto al Lugar de la Memoria después de que fue cesado?
No, solamente tengo noticias de su abandono, de su agonía.
¿No volvería a ir, como espectador?
No. Me gustaría visitarlo de nuevo, pero sé que visitar a personas agónicas o instituciones agónicas me produciría tristeza. Lamento no haber escrito la última memoria del LUM, del 2024.
¿No la escribió porque no lo dejaron?
Lamento que el Ministerio de Cultura esté en manos inexpertas que no entiendan qué es la memoria, que es un mecanismo de reparación para las víctimas, un mecanismo de sanación también, y de previsión, de no repetición.
Fuente: La República