Liniers y la transgresión desde la ternura: “Si nos vamos del planeta y no hicimos esa cosa que nos gustaba es triste” | Cultural
Esta es la primera entrevista dibujada de Ricardo Liniers Siri, el genial caricaturista de la tira Macanudo, quien regresó a Lima junto a Kevin Johansen para ofrecer dos conciertos en el Teatro Nacional. Además, presentó Es nuestra forma de comunicarnos en la última FIL de Lima. Ricardo publica en diversos diarios del mundo, ha ilustrado la tapa de The New Yorker (“el Everest de los ilustradores”) y las portadas de discos de Andrés Calamaro o Kanaku y El Tigre. La República conversó con Ricardo Liniers.
“¿Cómo se hace un caricaturista?”, pregunto. “Al principio, pensé que me iba a gustar el derecho y me aburrió violentamente, luego probé publicidad y en un momento dije voy a hacer algo para mí y me metí en un taller de historieta con el dibujante Pablo Sapia. Había algo que tenía metido por haber leído la revista Mad, Mafalda o Tintín y de repente se me activó ahí, y fue como el momento donde a Robocop la mira se le pone roja”. “Un momento de intuición, de necesidad de hacerlo pese a todo”, comento. “Pero nunca imaginé que podría mantenerme a mí mismo —admite Liniers, y ríe—, financieramente sabía que era un suicidio. Realmente, estaba dibujando hacia el abismo, era una época sin internet. Yo creo mucho en la intuición, no sé por qué es esto, pero es esto”.

“La gente piensa que el artista va a decir algo nuevo y va a ser como una verdad revelada. Y eso no existe ni en la religión, ni en la filosofía, ya está todo dicho”.
“¿Cómo haces para no caer en lo monótono?”. “A veces hago historietas de la guerra de las galaxias y se las mando a mi amigo con el que dibujaba cuando estábamos chicos, y le digo: Boludo, estoy haciendo lo mismo que hacíamos en tercer grado, no lo puedo creer. Hay algo que no dejé ir, también porque es una época en donde ves todo por primera vez y perder esa posibilidad… Nunca quise volverme aburrido. Si dejas de ver lugares por primera vez, ver lugares desde otro punto de vista, cuando eras chico las cosas se movían, cambiaban. Me gustaría volver a mi cerebro de chico”.
Liniers dejó Buenos Aires, aunque nunca se fue, vivió en Canadá y ahora vive una larga aventura de más de 8 años en Vermont, Estados Unidos, donde da clases en The Center for Cartoon Studies sobre humor gráfico. Casi inconscientemente ahora habita el espacio perfecto para sus personajes de Macanudo, donde la naturaleza desborda y viven duendes, conejos, tiernas brujas, fantasmas y robots sentimentales. “No sabes cómo ha evolucionado mi dibujo de árboles”, acota, siempre al borde de la risa.
“Antes ya has dicho que el arte no es nada único, sino la forma de decir las cosas, ¿cuál es tu forma de decirlas?”. “La gente piensa que el artista va a decir algo nuevo y va a ser como una verdad revelada. Y eso no existe ni en la religión, ni en la filosofía, ya está todo dicho. Jesús, Buda dijeron lo mismo, pero The Beatles lo dijo de una manera artística, dijeron: “All you need is love” tatarará, y ese tatarará nadie lo había dicho así. Vos si hacés una pintura, sos el único que va a pintar esa pintura. Si nos vamos del planeta y no hicimos esa cosa nuestra que nos gustaba es medio triste”.

Dibujo de Liniers para La República. “Boceteando como si hablara por teléfono durante los años 80. Charlando con Luis”.
“Sin embargo, en tus historietas vas más allá de las emociones fáciles u obvias como amor/odio”, le digo. “Cuando haces una narración larga vas a esos grandes sentimientos, pero cuando haces algo muy chiquito, es solo una idea, un conceptito. Hay algo que nos pasa a todos, todos pensamos que tenemos vidas únicas y son todas las mismas obras de teatro, todos nos vamos a enamorar, nos van a romper el corazón, nos vamos a enamorar de nuevo. Un día vas a tener hijos y no vas a poder creer que no tenías hijos, ¿cómo no los extrañaba? No puedo entender cómo pude vivir treinta y pico años de mi vida y que no extrañaba todos los días a mis tres hijas”.
“Entonces, ¿cómo podrías definir algo tan fácil y complicado como el amor?”. “¿Esta es la pregunta fácil?”, responde y se calla unos segundos. “El amor es ceder ante el ego, es hacer desaparecer el narcisismo que tenemos todo. Desde que nacemos, todo es respecto de nosotros. Te haces amigo porque te cae bien a vos, te enamoras porque te gusta a vos. Y de repente tienes un hijo y ese vos se mueve y desaparece. Igual con tu pareja, si realmente es amor, vas a querer que le vaya bien a ella, querer ayudarla. Todo lo demás, cuando es para vos, es ausencia”.
El amor, claramente, también es amistad. Liniers conoció a Kevin Johansen casi por casualidad, como ocurren los grandes momentos, y desde entonces forman una dupla extravagante, mientras uno toca la guitarra y canta, el otro dibuja en vivo, casi siempre sin mirarse, y ahí música y pintura se complementan. Mientras Kevin interpreta su canción más solemne o triste, Liniers logra que el público se ría por un dibujo, un guiño tierno. “¿Qué pasa por tu cabeza cuando estás dibujando en vivo?”. “Hay algo ahí, de dejarme llevar a donde vaya la canción o la música o el sentido del humor”. En el último concierto, Liniers cayó en cuenta, con sorpresa, que en la canción “Desde que te perdí” dibuja las mismas notas que Kevin toca durante un corto intervalo, pese a que no sabe escribir música.

“El amor es ceder ante el ego, es hacer desaparecer el narcisismo que tenemos todo”.
Las historietas de Liniers, además de tocar los sentimientos sutiles, se ríen de la política (y sobre todo de los políticos) y vuelven la ternura un acto de transgresión. “Ya has vivido dos gobiernos de Trump, ¿cómo lo sientes?”. “Es emocionalmente agotador. Vivimos con cierta fascinación por la cultura americana, The Simpson, Bob Dylan, pero en Estados Unidos tiene mucho eco esta especie de ángel/demonio, que se van de un lado para otro, y yo creo que hubo una reacción a que les pusieron un presidente negro y es un país que no resuelve muy bien su racismo”. Le cuento un reciente episodio de Trump remodelando la Casa Blanca, como quien reordena su casa para vivir mucho tiempo, y Liniers me habla de la inseguridad que siente Trump, por dejar un rastro de su vida. “Es una persona que siente que va a desaparecer y no lo puede manejar. Nunca he visto a alguien con tanta inseguridad”.
“¿Y cómo ves ahora a Argentina con Milei?”. “Ahora arreglamos todo”, dice sarcásticamente. “Se dice mucho en América Latina que estamos en crisis, y yo veo que esa crisis constante está en el mundo de la política, la economía, pero en el mundo de la cultura nuestros países nunca están en crisis, en música, en cine, en libros. Está en crisis la gente que nos gobierna”.
Las preguntas se acabaron, pero Liniers sigue dibujando: clava su dedo en los restos del café y da forma al dibujo, da sombras y movimiento. Finalmente, nos muestra que la ternura puede ser punk, transgresora, en un mundo que premia la dureza, la productividad y la velocidad, él insiste en detenerse a mirar un árbol, reírse con un conejo o conversar con sus personajes Enriqueta u Olga de Macanudo. La transgresión de Liniers no radica en la fuerza, sino un susurro distinto, en recordarnos que la ternura no es debilidad, sino un peligro para el poder y que la verdadera resistencia quizá esté en conservar intacta la capacidad de asombro de cuando éramos niños.
Fuente: La República