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La decisión de Patricia Benavides César Azabache Caracciolo hnews | Opinión


La noche del 31 de julio, la Corte Suprema desaprobó el auto que suspendió los derechos de la señora Benavides por el caso de los llamados “Cuellos Blancos”. Al hacerlo, declaró que su reposición como fiscal de la Nación debía ser ejecutada de manera “imperativa”.

La cita es textual, pero esta declaración no era necesaria. El caso sobre la suspensión tenía por objeto establecer si es posible o no suspender los derechos de una persona por un caso que el Congreso ha desestimado. Este asunto no tenía antecedentes. Y es lo suficientemente complejo como para justificar una discusión difícil, sin necesidad de agregar a ella un salto de estas dimensiones.

El fallo resulta irreversible, salvo que la fiscalía solicite —y la Corte Suprema admita (puede no hacerlo)— que el asunto sea revisado en casación extraordinaria.

En este marco, la noche del 31 de julio, la señora Benavides contuvo una nueva crisis en esta historia. Lo hizo al dejar establecido que no reclamaría para sí la Fiscalía de la Nación, sino solo una plaza como fiscal suprema. Hecha esta declaración, la historia de este caso cambió de nivel. La reposición de la señora Benavides como fiscal suprema no deja de ser polémica, pero lo es a un nivel absolutamente distinto al que se habría generado si se le imponía, esta vez por orden de la Corte Suprema, como fiscal de la Nación. De hecho, la historia reciente de este caso habría sido absolutamente distinta si la mayoría en la JNJ se hubiera limitado desde el principio a hacer esto: reponerla solo en su posición como fiscal suprema, sin invadir competencias exclusivas de la Junta de Fiscales Supremos.

Cuando la JNJ anuló su destitución, la señora Benavides tenía ya en curso una demanda de amparo. Ese proceso habría ofrecido una vía más equilibrada para obtener el mismo resultado. La reposición de la señora Benavides habría podido obtenerse ordenando al procurador de la JNJ que se allane a la demanda. En un caso constitucional, el allanamiento no causa efectos automáticos, pero habría ofrecido una plataforma bastante más sólida y estable que la que se obtuvo forzando las cosas hasta el extremo al que fueron llevadas, sin siquiera contar con la unanimidad que exige el TC para este tipo de decisiones desde el caso Falconí.


Fuente: La República

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