No se puede ocultar la verdad de lo que ocurre en Gaza, por Abdalnasser H. Y. Alaraj hnews | Opinión

* Por Abdalnasser H. Y. Alaraj, Embajador del Estado de Palestina en el Perú
“No se puede tapar el sol con un dedo.”
Esta frase, repetida hasta el cansancio, cobra hoy una vigencia dolorosa ante lo que ocurre en Gaza. La magnitud de los hechos, las imágenes que a diario publica la prensa internacional y los testimonios de las organizaciones humanitarias y de derechos humanos son innegables. Lo que está pasando está ante los ojos del mundo entero. No se puede seguir negando la realidad, ni tratar de desviar la atención con discursos inconsistentes o relatos poco creíbles.
Intentar desacreditar a la prensa peruana o a cualquier medio internacional con argumentos endebles, mientras los cuerpos sin vida se acumulan en las calles, los hospitales son atacados y los convoyes de ayuda son interceptados, solo profundiza la indignación. Lo cierto es que los hechos hablan por sí solos.
Y surge una pregunta tan cruda como inevitable:
¿Por qué matan al que quiere comer?
¿Por qué se tienta al hambriento, se le hace correr tras un saco de harina… para luego dispararle por la espalda?
Israel, en su afán desbordado de venganza y conquista, ha perdido el rumbo. La furia se ha convertido en estrategia. La ocupación ya no es solamente territorial: es también una ofensiva contra la existencia misma del pueblo palestino. Hoy, el mundo observa cómo se intenta, sin pudor, borrar a Palestina de la faz de la Tierra.
Y, mientras tanto, se lanzan acusaciones sin sustento: ¿Es, como dicen los israelíes, que un “grupo terrorista” es quien impide la entrada de ayuda humanitaria y que son ellos los que disparan contra su propio pueblo cuando este hace fila por alimentos? ¿Es el “grupo terrorista” o el gobierno palestino en Ramala quien bombardea hospitales, mata a médicos, niega el agua y destruye centros de salud? Entonces, ¿quién es el que ejecuta a civiles que suplican por comida? ¿Las imágenes y reportes diarios dicen lo contrario? ¿Todo el mundo miente?
Podemos tener diferencias ideológicas con Hamás o diferir entre nosotros como palestinos políticamente, pero bajo ninguna circunstancia se puede justificar la masacre sistemática del pueblo palestino por parte de las fuerzas de ocupación israelíes.
La Fundación Humanitaria de Gaza (GHF), administrada por el gobierno de Estados Unidos e Israel (originalmente, su director ejecutivo fue un exmilitar estadounidense que renunció en mayo último, argumentando su incapacidad para cumplir con los principios de humanidad, neutralidad e imparcialidad para lo que fue fundada), se ha convertido en Gaza, a estas alturas, en una trampa mortal, como lo han descrito las principales organizaciones de derechos humanos. Quienes buscan ayuda o comida, simplemente, están siendo asesinados.
Las cifras superan los 81.000 palestinos muertos, la mayoría mujeres, niños y ancianos. Incluso médicos, enfermeras y periodistas han sido abatidos en iglesias, mezquitas y hospitales.
En Cisjordania, el panorama no es distinto: agricultores y pastores son perseguidos y arrestados por moverse con su ganado; se denuncian pozos de agua confiscados o camuflados, y pueblos enteros bloqueados con puertas de hierro. Las detenciones arbitrarias han aumentado drásticamente, superando ya los 10.000 presos palestinos, recluidos en condiciones inhumanas.
Lo que estamos presenciando es una política sistemática de desplazamiento y eliminación. Se intenta forzar el éxodo del pueblo palestino, como ya ocurrió en 1948 y nuevamente en 1967, cuando miles fueron obligados a abandonar sus tierras y a refugiarse en campos dispersos por Gaza, Cisjordania, Jordania y Líbano.
¿Dónde está la paz que tanto se proclama?
En 2002, la Cumbre Árabe propuso una salida justa: dos Estados que coexistan, Israel y Palestina, en paz, con respeto mutuo y dentro del marco del derecho internacional. Sin embargo, hoy más que nunca, esa propuesta parece archivada. La extrema derecha israelí ha radicalizado el conflicto, llevando a la región a un punto de quiebre que podría arrastrar al mundo entero.
La comunidad internacional debe reaccionar. La paz no puede ser un privilegio de unos pocos, ni un discurso vacío en cumbres diplomáticas. Toda persona, sea musulmana, cristiana o judía, tiene derecho a vivir en paz. Los gobiernos deben actuar con humanidad y responsabilidad.
Mientras tanto, el pueblo palestino resiste. A pesar del hambre, del dolor, del fuego. Su derecho a existir no se negocia, ni tampoco su derecho, como palestino —sea cristiano o musulmán—, a poder ingresar a Jerusalén y hacer sus oraciones en la mezquita de Al-Aqsa y en la iglesia del Santo Sepulcro.
Rechazamos rotundamente que, tras cometer estos crímenes, intenten cínicamente encubrir su brutalidad lavándose las manos ante la prensa peruana.
Las declaraciones recientes del embajador israelí en el Perú, que acusa a la ONU de apoyar a un “grupo terrorista”, no solo son temerarias, sino que exigen una respuesta clara y firme del organismo internacional. No se puede permitir que se desvíe la atención del verdadero drama humanitario.
La historia, tarde o temprano, pondrá cada hecho en su lugar.
Fuente: La República